Creo que para estar seguro y ser consistente en las posturas, es debido cerrar y sanar algunas inconsistencias que tiene el progresismo en general. Y me refiero a todo el progresismo, no a los que se dicen progresistas sin serlo, sino a los que lo son.
Y me refiero a la postura generalizada que se tiene respecto a la inseguridad.
Se dice que los que se quejan de la inseguridad quieren combatirla con medidas de represión y no de inclusión, y que se discrimina a los morochos porque son mas pobres quitándoseles las posibilidades que se le dan a los más blancos.
Ahora, paradójicamente con esto, se da una particularidad que hace crujir la consistencia de la posición, y me refiero al tema de la potación de rostro.
Hoy veía que en 6, 7, 8 se criticaba a Karin Cohen (Con quien no compatibilizo en nada ideológicamente hablando) porque describía la tipología del delincuente callejero. Y decía que esta era la de alguien morocho, ojos negros, y cosas por el estilo que todos conocemos, pues están en la cultura nacional que todos compartimos.
Lo que quiero decir es que criticar eso es tener una dosis importante de hipocresía, porque siendo que sostenemos que la exclusión es fruto de la discriminación, con ello estamos aceptando implícitamente que la delincuencia consecuente se da en los propios excluidos. Y si primero dijimos que una de las causas es la discriminación, entonces estamos aceptando que al menos un componente muy importante de los delincuentes son morochos, por más duro que suene decirlo.
Y si es por lo que quien escribe piensa, ya lo he repetido infinidad de veces, y es que la característica étnica es fundamental. Y que la exclusión de los mas morochos es un hecho que deriva en la posterior agresividad callejera. Y eso no es racismo, todo lo contrario, es la advertencia del peligro de olvidarse de esta realidad.
Un rubio de ojos celestes va a tener una aceptación social y un visto bueno que harán de sus posibilidades sociales un lugar tan propicio que difícilmente lo lleven a delinquir. Y además conseguirá oportunidades que le harán innecesario robar en la calle (no hablo de otros ámbitos en que los mas blancos roban a manos llenas y mas que lo que se pueda robar de una cartera o un kiosco).
Así me da mucha pena que haya gente que diga que tendería a cruzarse la calle igualmente si viene de frente un flogger o un joven con rompevientos y gorra, porque no es cierto. Y eso no es discriminación, sino una triste realidad social, que justamente por no aceptarse es cada vez mas grave.
Las personas somos todas iguales mas allá del color de la piel, pero somos nosotros los que nos ubicamos en diversos sectores sociales de acuerdo a esa característica.
UNA FIRMA A LA BARTOLA
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Hace 4 horas
3 comentarios:
Y cual seria la forma de cambiar esa realidad ?
Porque vos te referis a que todos estamos en falta de alguna manera por nuestra historia cultural , pero sino mostras eso para que la gente se pueda cuestionar de alguna forma su propia forma de actuar para cambiarla como haces?
Lo que me parece es que esa realidad, al ser cultural, nos constituye, por lo tanto es un error negarla como se pretende hacer.
Vendría a ser como alguien que tiene un cáncer de piel y se lo tapa con maquillaje y piensa que con eso ya esta resuelto el problema.
Con negar el componente étnico de la delincuencia no logramos sino empeorar las cosas. Porque ese esquema de visión no solo se da en los blancos, sino que los perjudicados lo comparten.
Cómo cambiarlo. Diría que como todo, hay que empezar por aceptar el problema y luego tomar conciencia de que no es una verdad, sino que justamente es cultural.
Lo que creo es que este es “EL problema” de la sociedad latinoamericana, así que, no es algo que tenga un remedio que lo aplicás y listo.
De lo que estoy seguro es que negar que la tipología del delincuente sea esa, no solo no sirve, sino que daña a nuestro propio proyecto, que por cierto últimamente ha venido mejorando con la toma de conciencia de la igualdad básica que todos tenemos, con Evo como ícono.
Gracias Javier. Saludos
Interesante y sabia reflexión.
Los otros días leí Vidas de pibes chorros que, aunque extenso, también coincide con este análisis.
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