jueves, 5 de diciembre de 2013

Ciertos análisis en Córdoba de hoy harían relamerse al mismísimo Führer

Un acuartelamiento de policías, gente que sale a saquear comercios, otros diciendo “hay que matarlos a todos”. Porqué sucede algo así. Son delincuentes comunes dicen, todos indignados al ver como en vez de pan y fideos, la gente se lleva electrodomésticos, ropa y cosas de mayor valor.
En 2001 se saqueaba y el hambre estaba en todos lados, la economía cayo en dos años un 20%, entonces todos pensaban, “y bueno, es la crisis y esto pasa porque no hay que comer”. Sin embargo la situación actual obliga a refutar esa cuestión y hace que se empiece a juzgar y se echen culpas lapidarias, al gobernador, a la policía, a los saqueadores, etc.
Creo que sí, hay responsabilidades particulares, la del gobernador por dejar llegar la situación a este límite, la de la policía por eludir su deber de un modo tan drástico, y la de toda esa gente que sale a robar mercadería. Se juzga tan drásticamente a los distintos sujetos sociales que hay varias propuestas que he leído que a Hitler le harían caer la baba.
Pero donde está el problema, cualquiera de las culpas que expresé no llega por si misma a explicar toda la dimensión del acontecimiento. Al menos deberíamos ver que es lo que tienen en común todas estas culpas aparentemente distintas entre sí. Y se decanta claramente una: EL DINERO.
Se piensa que las necesidades se satisfacen y se agotan, y la respuesta es no, las necesidades son infinitas, y mientras más satisfechas más enormes son. Si tengo hambre quiero pan, pero si tengo pan ya quiero algo más, un vehículo, y ahora una casa, y así en una curva ascendente en la que mientras más tengo más quiero.
Será que es la naturaleza humana. No, porque es naturaleza del humano el no tener naturaleza. Porque del otro lado, también el pueblo es muy solidario, en las catástrofes naturales, o problemas sociales, siempre es posible encontrar millones de personas dispuestas a ayudar.
Ahora, sí vale la pena replantearse el sistema que se promueve, hay una parte de este que es el capitalismo, que nos empuja a necesitar objetos infinitamente, que nos enfrenta como competidores de nuestros vecinos, y que nos hace despreciar la propiedad del otro.
Desde esta perspectiva, no hay ningún deber de nadie, lo único que importa es el dinero (parece lógico, pero no siempre lo fue), no hablo solo de la policía, hablo de casi todas las profesiones. El mercado de los alimentos es pequeño al lado de otros, lo que demuestra que no son la mayor necesidad del sistema. Y de hecho, la alimentación debe ser la única necesidad posible de saciar, porque las otras son infinitas. Una lógica social enorme, que se enfrenta a otra (por suerte muy fuerte aun) de la solidaridad, la cooperación y el respeto al otro con todas sus diferencias.
Si sucede algo como lo actual y a la ligera vociferamos consignas dignas de Hitler, sepamos que empujamos justamente para el lado del irrespeto característico del sistema capitalista, ahora, si profundizamos un poquito el análisis vamos a poder ver que quizás debiéramos luchar por una sociedad más solidaria y comprensiva, y no más odiosa y egoísta.
El gobernador como tal es el responsable de esta situación en particular y deberá calmar momentáneamente los ánimos, pero el fondo de la cuestión es una parte de nuestra forma de analizar las cosas que nos lleva a reproducir lo mismo que nos escandaliza.
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Nuestra oportunidad histórica

Se ve llegando al fin el hecho sin precedentes de la independencia latinoamericana, pues al fin seremos dueños de nuestra propia secundariedad, curados ante el tiempo próximo de toda afección aquileica y una hibris en las entrañas capaz de lograr en la humanidad un renacer sin precedentes que se hace necesario con urgencia ante el hedor de la podredumbre del geriátrico europeo donde los siglos de vanguardia han llegado manifiestamente a su fin. Ante la filosofía senil de la decadente civilización occidental se levanta el espíritu plenamente subjetivo y carnal de las tierras del sur. Miren la fortaleza de nuestros lazos interpersonales, observen el amor que aquí se profesa; No hay como aquí; Gentes hermosas, llenas de esperanzas, que precian sus vidas al punto de no comprender cosas del tipo “somos la nada en el mundo”, “nada tiene sentido”, pues aquí la salud y la juventud rebasan el alma. No tenemos aquí altísimos índices de suicidios, tenemos nuestra gente a la que amamos, y solo por ellos tiene sentido apagar nuestras vidas; Su individualismo, su sociedad disociada, fácilmente sucumbirá a la primera de nuestras embestidas, y hasta nos lo agradecerán.