lunes, 11 de marzo de 2013

Chavez Hombre Nuevo Latinoamericano

Murió Chávez, pero Chávez es solamente un hombre, y todos los días mueren hombres y no sucede nada, porque tanta repercusión en amigos y contrarios. Qué hay de particular. Ah sí, es un presidente, y cuando le pasa algo a un presidente se generan estas cosas. Sin embargo no es tan así, porque este presidente era una persona, pero también un símbolo viviente, el símbolo de la emergencia de un nuevo hombre, una novedad no bienvenida por todos, porque el nuevo hombre no viene de otro planeta, sino que es el vecino que estuvo siempre ahí, pero ya no como el vecino pobre, humilde y resignado, sino lleno de insolencia. Es un nuevo hombre que siempre fue significado como lo inferior, lo subdesarrollado, lo incapaz, y de repente se autoconsideró igual que los demás. Un atropello contra el buen gusto y un escándalo ante toda “persona de bien”. Empezó a reclamar por sus derechos, pero ya no como concesión de los buenos vecinos, sino como un deber de la sociedad. Y la figura de Chávez fue odiada y amada por unos y otros en toda América Latina, del mismo modo en que es amada y odiada la insubordinación de los pueblos.

Y este hombre es ese símbolo, el de la insolencia. Él sintetizo en su persona a toda esa masa humana que a partir de su aparición entendió en él su más fiel representante. Él que surgido de la lucha del pueblo ninguneado, desde el cargo presidencial, retroalimentaba el emerger de este; y así, desarrollando una fuerza capaz de hacer de un país de relevancia menor, al lado de los grandes países de la región, una nación protagónica en un momento crucial de la historia.

Y ahí está la importancia de este personaje. Para sus opuestos es nada menos que el inmenso rechazo a toda una clase social irreverente y desafiante resumido en una sola persona, es decir el punto en donde se reúnen todas las vulgaridades y la destrucción de una civilidad de bien pregonada por ellos durante siglos. Es el resumen en persona de lo que se debe evitar.

Y mucho menos fue un hombre más entre los hombres desde el momento en que un pueblo enterrado y enmudecido encontró en él a un portavoz que hacía llegar el eco de sus propias reivindicaciones, a los más altos foros y campos en donde se disputa el verdadero poder, pero no como regalo, sino gracias a la potencia que el mismo trabajador le daba. Era este personaje la expresión misma de su propio poder, el pueblo se autoadmiraba en su figura, y en su figura era posible admirar de lo que es capaz el hombre nuevo.

Mas en él que con él, es que emergen y se encaminan las subhistorias que transcurren mientras “lo importante” se va desarrollando en el ninguneo de lo que se gesta por lo bajo en los millones de seres humanos a los que se pretende despojar de subjetividad y que sin embargo nunca logran ser convertidos en objetos. Estos seres humanos silenciosos, nunca llegaran a ser maquinas serviles e inertes como se desearía, porque la subjetividad siempre está ahí, esa libertad latente en cada uno durante los 500 años. Y en Chávez emergen. Inmensas, todo un continente en conciencia de una libertad impensada.

Obvio que la muerte de un líder no es la de los pueblos, pero es muy grande el amor depositado en su persona, y muy muchos los que gracias a ese amor se hermanaron entre sí. Se ama a alguien por lo que se hace por él más que por lo que él hace por nosotros. Y los pueblos supieron dar todo su apoyo, organización y fuerza, y Chávez dio su vida por ese pueblo. Cómo no va a ser grande esta pérdida. Ahora serán necesarias demostraciones de madurez como el evitar dispersarse en mil pequeñas fuerzas por diferencias menores para caer en la oscuridad de nuevo.

Mucho hemos aprendido, y mucho tenemos por aprender. El comandante fue capaz de dejarnos herramientas como Unasur, Celac y Alba en las que mas allá de las diferencias, dejamos de entendernos como menores necesitados de un tutor, para convertirnos en naciones celosas de su soberanía y de la justicia social. Está claro que no fue él como persona el que nos regalo todo esto, pero si fue él quien cargo con este peso simbólico en su insignificante y mortal cuerpo humano, lo cual es demasiado. Y por entregar su vida y prestar un servicio gigante como el que presto, es que los pueblos de América Latina y el mundo lo recordaran y lo llevaran como estandarte en esta lucha que seguirá sin él, y que será distinta sin él.

Lo importante son los pueblos, y no los individuos. Eso es cierto, pero en los pueblos hay individuos que sacrifican todo para que el pueblo logre lo importante.
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Nuestra oportunidad histórica

Se ve llegando al fin el hecho sin precedentes de la independencia latinoamericana, pues al fin seremos dueños de nuestra propia secundariedad, curados ante el tiempo próximo de toda afección aquileica y una hibris en las entrañas capaz de lograr en la humanidad un renacer sin precedentes que se hace necesario con urgencia ante el hedor de la podredumbre del geriátrico europeo donde los siglos de vanguardia han llegado manifiestamente a su fin. Ante la filosofía senil de la decadente civilización occidental se levanta el espíritu plenamente subjetivo y carnal de las tierras del sur. Miren la fortaleza de nuestros lazos interpersonales, observen el amor que aquí se profesa; No hay como aquí; Gentes hermosas, llenas de esperanzas, que precian sus vidas al punto de no comprender cosas del tipo “somos la nada en el mundo”, “nada tiene sentido”, pues aquí la salud y la juventud rebasan el alma. No tenemos aquí altísimos índices de suicidios, tenemos nuestra gente a la que amamos, y solo por ellos tiene sentido apagar nuestras vidas; Su individualismo, su sociedad disociada, fácilmente sucumbirá a la primera de nuestras embestidas, y hasta nos lo agradecerán.