martes, 4 de agosto de 2009

La delincuencia

La delincuencia es una protesta, es una reacción natural de las sociedades ante las diferencias sociales.
Esto es, la violencia callejera (a este tipo de delincuencia me estoy refiriendo), es lo que el dolor en el cuerpo. Nadie dirá que el dolor es algo bueno, todo lo contrario, sin embargo también todos estarían de acuerdo en que es algo necesario, que advierte de los problemas y que si uno se hiere es gracias al dolor que advierte el problema que se presenta.
Pero con la delincuencia, parece que no es tan evidente. Y entonces se propone la policía porteña, más número de vigilantes, más inversión en equipamiento, mas penas a los delincuentes y menor edad de imputabilidad, y todo ese tipo de cosas, que equivaldrían a tomarse todos los calmantes cuando nos quebramos o cuando nos cortamos, son las que nos dejan inertes en una situación de crisis permanente.
¿Y qué pretendemos?

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Nuestra oportunidad histórica

Se ve llegando al fin el hecho sin precedentes de la independencia latinoamericana, pues al fin seremos dueños de nuestra propia secundariedad, curados ante el tiempo próximo de toda afección aquileica y una hibris en las entrañas capaz de lograr en la humanidad un renacer sin precedentes que se hace necesario con urgencia ante el hedor de la podredumbre del geriátrico europeo donde los siglos de vanguardia han llegado manifiestamente a su fin. Ante la filosofía senil de la decadente civilización occidental se levanta el espíritu plenamente subjetivo y carnal de las tierras del sur. Miren la fortaleza de nuestros lazos interpersonales, observen el amor que aquí se profesa; No hay como aquí; Gentes hermosas, llenas de esperanzas, que precian sus vidas al punto de no comprender cosas del tipo “somos la nada en el mundo”, “nada tiene sentido”, pues aquí la salud y la juventud rebasan el alma. No tenemos aquí altísimos índices de suicidios, tenemos nuestra gente a la que amamos, y solo por ellos tiene sentido apagar nuestras vidas; Su individualismo, su sociedad disociada, fácilmente sucumbirá a la primera de nuestras embestidas, y hasta nos lo agradecerán.