domingo, 21 de junio de 2009

El mejor enemigo

¿Un amigo es el opuesto exacto al enemigo?
Para saberlo primero deberíamos saber que es un amigo.
Y un amigo vendría a ser alguien que acompaña y ayuda en la consecución de un fin (sea el bienestar cotidiano o una causa política, religiosa, u alguna otra), y eso mas allá de que yo lo ayude o no, puesto que alguien puede ser mi amigo y yo no, o al revés, puedo ser amigo de alguien que no es mi amigo comportándome como tal mientras el otro se desinteresa de mi o bien se interesa por mi mal.
Un enemigo entonces vendría a ser alguien que me hace o me quiere hacer daño, mas allá de que yo sea su amigo. Y tal cosa esta significando que se pueda ser amigo del propio enemigo, y eso porque nunca podemos saber verdaderamente como nos considera otra persona.
Digamos que si confío en Julio Cobos, por ejemplo, difícilmente él corresponda como debe a mi confianza. El enemigo además debe tener una intencionalidad negativa hacia mí, o bien hacia mi proyecto. Puesto que pudiera suceder que alguien sinceramente amistoso, se equivocara y nos hiciera daño, como justifica mucha gente el actuar de la UCR, que supuestamente tiene buenas intenciones y sin embargo la debilidad de su estructura no le permite hacerlo.
Ahora bien el enemigo puede ser honesto o no, y ser enemigo no es algo maléfico, quizás todo lo contrario, puesto que si queremos algo verdaderamente y luchamos por ello, entonces no es posible pasar la vida sin chocar con el interés de alguien. El enemigo no es necesariamente un ser lleno de bajeza y los peores atributos, puede ser directo y expresar las cosas tal y como las quiere, o bien puede mentir y engañar, y allí esta la falsedad y lo detestable que puede llegar a ser un enemigo. Si mi aspiración es la justicia social, es honorable el enemigo que dice querer injusticia social, al que sus fundamentos lo llevan a decir que algunas personas son mejores que otras, y claro que eso es repugnante, pero no al menos este es un ser simple y sin dobles caras.
Ahora, cuando mienten descaradamente y nos insisten con que son nuestros amigos, cuando es notabilísimo que solo quieren destrozar nuestro proyecto, entonces ahí si, estamos frente a lo peor que puede llegar a ser un enemigo, mas allá de cual sea la causa de cada uno.
No se si me explico, no estoy hablando de metas mas o menos honorables, sino de la calidad de la enemistad. Si la meta del otro es el egoísmo, mas allá de lo bien o mal que este eso, en cuanto a su comportamiento será mas o menos respetable en cuanto muestre su verdadera intención.
Pero lo que odiaré no es a la persona del enemigo sino mas bien a su propósito, de modo que si cambiara su actitud ya no seria lo que fuera antes.
Cada uno tiene sus intenciones, sean egocéntricas o no, y aun cuando se quiera el bien para todo el mundo, igualmente se deberá chocar con quien no lo quiere así. Y aunque no quiera el mal ni siquiera de ese hombre, sus reiteradas trampas e intromisiones harán que incluso yo que no quiero el mal de nadie ponga en la balanza los males y determinar, que cosa es menos mala, abandonar mi proyecto a los caprichos de aquel, o enfrentarlo aun a costa de mis sentimientos. Y el resultado es obvio, me convertiré en enemigo de aquel, el cual ya me consideraba enemigo desde mucho antes por el hecho de que con mi búsqueda de la justicia, molestaba en su búsqueda del provecho propio.
En fin, al hacérseme inevitable la enemistad reciproca con otros, lo que debería procurar es ser un buen enemigo, y decirle directamente ¡Odio a la puta oligarquía! Y no dichitos como “Lo que digo es que si gana este Gobierno se profundiza el modelo, y entonces va a haber más desocupación y las tranqueras se van a cerrar”. Porque esa es una evidente mentira que esconde las intenciones verdaderas del contrincante con el cual no hay posibilidad de dialogo ni negociación alguna, porque al no querer lo que dicen querer, se hace dificilísimo creer en el cumplimiento de unas palabras que tienen menos valor que el devastado campo argentino de los años venideros, si sus aparentes protectores lo siguen sembrando intensivamente con este yuyo que deja estropeados a los mejores suelos de la patria de todos los argentinos.

El presente pensamiento es fruto de la lectura de un análisis del compañero del excelente blog De vierde man

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias, Quilla. Desde ya tu consideración hacia mi blog es excesiva pero te lo agradezco.
Me resulta sumamente interesante lo que aportas, porque además, lo decis con suma claridad. El asunto es, la intención del enemigo.
Creo que quise decirlo. Hay enemigos que en el fondo, son leales, se muestran y muestran sus intenciones de manera transparente. Y también, están los otros. Un abrazo

Luis Quijote dijo...

Amigo es el incondicional que está con nosotros; actúa y luego pregunta. Aliado es quien trabaja por la misma causa que trabajamos nosotros. Enemigo es el enemigo del pueblo. Traidor es quien a la hora de la verdad, cambia de bando.

Consejito:
Nunca te arrimes a una cabra por delante, a un caballo por detrás, ni a un Cobos por ningún lado.

"No hay enemigo peor que el que trae rostro de amigo". =Voltaire=

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Nuestra oportunidad histórica

Se ve llegando al fin el hecho sin precedentes de la independencia latinoamericana, pues al fin seremos dueños de nuestra propia secundariedad, curados ante el tiempo próximo de toda afección aquileica y una hibris en las entrañas capaz de lograr en la humanidad un renacer sin precedentes que se hace necesario con urgencia ante el hedor de la podredumbre del geriátrico europeo donde los siglos de vanguardia han llegado manifiestamente a su fin. Ante la filosofía senil de la decadente civilización occidental se levanta el espíritu plenamente subjetivo y carnal de las tierras del sur. Miren la fortaleza de nuestros lazos interpersonales, observen el amor que aquí se profesa; No hay como aquí; Gentes hermosas, llenas de esperanzas, que precian sus vidas al punto de no comprender cosas del tipo “somos la nada en el mundo”, “nada tiene sentido”, pues aquí la salud y la juventud rebasan el alma. No tenemos aquí altísimos índices de suicidios, tenemos nuestra gente a la que amamos, y solo por ellos tiene sentido apagar nuestras vidas; Su individualismo, su sociedad disociada, fácilmente sucumbirá a la primera de nuestras embestidas, y hasta nos lo agradecerán.