viernes, 29 de mayo de 2009

Niños por enanos


El mundo latinoamericano se encuentra en una etapa decisiva de la cual le será muy penoso el camino a recorrer.

La argentina se encuentra entre los países que desde Mar de Plata han resistido los embates neocolonialistas de los Estados Unidos y los organismos que representan su vanguardia.

Ahora, la dificultad radica en que no solo los países centrales, además de EAU, se ven beneficiados por la situación de dependencia que históricamente se ha dado en nuestras naciones. También están las clases dominantes, que justamente están en esa zona de la pirámide porque se han beneficiado de las cosas como vienen.

Conservan las cosas como están para seguir donde están. Y aun a costa de los compatriotas, se empeñan en hacer negociados que hacen que estemos cada vez mas sumidos en el estado de niñez eterna.

¿Porque nos dicen “mundo subdesarrollado”?

Será para que pensemos que estamos en una parte del mundo que aun no ha tenido parte en los vientos de la civilización (europea). Y que tal cosa ya vendrá. Pero para mal de nuestras infantiles ilusiones, tal posibilidad de llegar al desarrollo algún día, no existe en los planes de nadie. Ni de nuestros civilizadores europeos y yankees, ni de los que se benefician y nos dominan desde adentro.

Y eso porque es así nomás como es el mundo desarrollado. Esto es, países dominantes y países dominados. Ambos desarrollados, unos para dar y otros para recibir, unos para proveer y otros para consumir.

El volumen de consumo de la ciudadanía de los países del centro hace fácilmente previsible la imposibilidad de tal abundancia para toda la población mundial.

Las clases dominantes están injertas en cada país periférico a la manera de soportes del sistema. Y eso hace entender mejor como es que los dominados, proveedores, y sirvientes mundiales aceptan su lugar en el mundo desarrollado, basado en la desigualdad estructural.

Es así, los pueblos mientras proveen a los países del centro, padecen de hambre, analfabetismo, sistemas sanitarios muy insuficientes, el desprecio y el racismo.

Los medios son los que expresan la voz de estas clases altas, e intentan crear una realidad ficticia conveniente a sus intereses. De modo que es comprensible como es que nuestros países no solo tengan que luchar contra su enemigo explotador extranjero, sino también con las clases rapaces que se sustentan de la traición para su vanagloria.

El caso argentino no es de ninguna manera algo particular ni accidental, es la estructura mundial de represión en acción, son los anticuerpos del sistema en pleno proceso sanitario contra la subversión y el intento de liberación de los países sirvientes.

Al fin, toda crítica a un gobierno que parta de los grandes medios, de las oligarquías, de los países del centro, de los organismos internacionales de crédito, y de todo el que se beneficie de las cosas como están, si bien no prueba el buen accionar del estado, al menos es una seña de que quizás se este yendo por el buen camino, y de que no se esta siguiendo el imperativo del poder omnipresente del gran capital.

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Nuestra oportunidad histórica

Se ve llegando al fin el hecho sin precedentes de la independencia latinoamericana, pues al fin seremos dueños de nuestra propia secundariedad, curados ante el tiempo próximo de toda afección aquileica y una hibris en las entrañas capaz de lograr en la humanidad un renacer sin precedentes que se hace necesario con urgencia ante el hedor de la podredumbre del geriátrico europeo donde los siglos de vanguardia han llegado manifiestamente a su fin. Ante la filosofía senil de la decadente civilización occidental se levanta el espíritu plenamente subjetivo y carnal de las tierras del sur. Miren la fortaleza de nuestros lazos interpersonales, observen el amor que aquí se profesa; No hay como aquí; Gentes hermosas, llenas de esperanzas, que precian sus vidas al punto de no comprender cosas del tipo “somos la nada en el mundo”, “nada tiene sentido”, pues aquí la salud y la juventud rebasan el alma. No tenemos aquí altísimos índices de suicidios, tenemos nuestra gente a la que amamos, y solo por ellos tiene sentido apagar nuestras vidas; Su individualismo, su sociedad disociada, fácilmente sucumbirá a la primera de nuestras embestidas, y hasta nos lo agradecerán.